SALKANTAY

Salkantay o Salcantay, es el gigantesco e imponente nevado que parece estar más cerca del cielo que de la tierra, fue considerado desde tiempos remotos en el mundo andino como: «ícono sagrado». Para la cosmovisión andina, la reverencia a los Apus o montañas sagradas, no pasó desapercibido en el tiempo.

HISTORIA DEL NEVADO SALKANTAY

En la época inca, el nevado Salkantay fue venerado y se le entregaban ofrendas en ceremonias especiales. Este sistema se basó en la posibilidad de lograr una producción segura y abundante vinculada a un continuo y complejo ritual dedicado a la tierra, agua y a la propia montaña; contar con el líquido elemento hizo que, los incas y sus antecesores practicaran sacrificios, ofrendas o rituales significativos, constituyéndose el «agua sagrada» el que deshiela de los nevados sagrados emergiendo y alimentando lagunas, puquiales y ríos, en ese recorrido riega campos de pasturas naturales y espacios agrícolas para el consumo de los animales.

COSMOVISIÓN ANDINA SOBRE SALKANTAY

En el imaginario religioso popular andino, el apu Salkantay es catalogado como «señor protector» que resguarda a los pueblos de Limatambo, Mollepata, Machu Picchu y Choquequirao emplazado en la cordillera del Vilcabamba. El Salkantay manteniéndose «majestuoso y señorial», a diferencia del apu Ausangate que es considerado «el poderoso».

Dentro de la simbología tradicional del pensamiento dual andino o yanantin, el nevado Waqay Willke también llamado Verónica, es considerado el complemento del Salkantay. En el pensamiento andino local Salkantay es considerado una de las deidades más poderosas y activas, es el padre de todas las montañas.

SALKANTAY EN TIEMPO DE LOS INCAS

Para los incas el Salkantay también estaría implicado en los ciclos vitales del río Urubamba o Willca Mayuc, pues las aguas de sus deshielos alimentan este sagrado rio. Según una hermosa leyenda, «venían las aguas que, fertilizaban a la madre tierra (Pachamama) a través del río Urubamba, que los incas veían desaparecer en la selva amazónica, sin verlo llegar al océano; por lo que creían que sus aguas regresaban durante la noche a sus nevados sagrados desde la selva en forma de un río celestial, que eran las estrellas de la Vía Láctea.